Testimonio en explosión del Sanatorio Alemán

Un fuerte estruendo y la onda expansiva. No puede estar sucediendo. Es lo primero que pasa por nuestras mentes cuando una emergencia nos ocurre, algo excepcional, algo imprevisto, algo que nos pone en peligro. Qué hago, qué hacemos, nos preguntamos internamente nerviosos.

Los rostros de las personas que estaban ayer en el lugar de la explosión dejaban ver este desconcierto, no solo de los transeúntes o usuarios de la clínica, sino los rostros de los propios funcionarios y personal médico de Clínica Sanatorio Alemán.

Cooperativa.cl - Sanatorio AlemanUn carabinero traía en sus brazos a un pequeño de 4 años y a su lado su madre, ambos ensangrentados, con restos de cemento, vidrios y mojados. Los miré sorprendida y pregunté si andaba con ellos, él dijo no. Me involucré “yo me quedo con ellos” y tomé al pequeño en mis brazos. Caminamos hacia el estacionamiento, los acompañé y apoyé. ¿Estoy morido? preguntó en dos ocasiones el pequeño, lloraba. No los dejaré, me quedaré con ustedes hasta que llegue algún familiar, insistí. El apoyo emocional, además de atender las necesidades básicas y urgentes de las víctimas, implica entre otras cosas poder explicar lo que ha sucedido para ayudar a integrar la experiencia y disminuir la incertidumbre. Ayudé a limpiar sus heridas con pañuelos húmedos que saqué de mi mochila, con la idea de verificar las lesiones. Al parecer no eran graves. Tras casi dos horas y en medio del alboroto y la paulatina activación del personal de la clínica, llegó finalmente la abuela del pequeño, lloraba al abrazar a ambos. Nos separamos con besos, abrazos y un… gracias…. gracias.

No debió pasar. Me pregunté qué tan sensibilizados y entrenados ante el peligro están los trabajadores de una empresa contratista, qué tanto saben, qué tanto les importa. Me pregunté por el protocolo de emergencia de la clínica; un médico que no estaba de turno ese día pero que andaba por ahí, parado atónito entre los heridos señalaba “estamos esperando instrucciones sobre el protocolo”…. ahora? no debían conocerlo desde antes? Unas funcionarias a mi lado conversaban y acusaban alteradas en desaprobación a cómo se habían estado manejado las cosas durante la evacuación preventiva tras detectar la fuga de gas. Vi personal herido, algunos de ellos muy conmocionados emocionalmente; recuerdo a una funcionaria que lloraba al acercarse a algún conocido en silla de ruedas o camilla.

Desde el 27/F me pregunto por qué tendemos a minimizar los riesgos, por qué no hacemos los máximos esfuerzos para evitar que ocurran las desgracias. ¿Será que ingenuamente pensamos que no van a ocurrir? ¿Será que ha pasado tanto tiempo desde el último terremoto que nos sentimos seguros hasta 50 años más? ¿Será que pensamos que estas cosas le pasan a otros y no a nosotros? ¿Pensamos que la responsabilidad de denunciar o exigir el cambio de alguna normativa es de otros y no de nosotros como simples ciudadanos? En fin, me pregunto tantas cosas. Estas inquietudes advierto a mis estudiantes en la universidad, me prometí a mí misma tras sobrevivir a la caída del edifico Alto Río el 27/F de 2010, que en lo que a mí concierne, haré lo que esté en mis manos para sensibilizar respecto a la importancia de la prevención, evitar que ocurran los incidentes, y si no es posible lograrlo del todo, estar lo mejor preparados posible. Durante, ya es tarde, se pierden vidas, patrimonio y se altera el medio ambiente.

Todos estamos llamados, todos somos responsables, todos tenemos el deber de hacer algo, empezando por nuestros hogares, lugares de trabajo y comunidades. Los esfuerzos podrían ser insuficientes, pero no podemos seguir avanzando con la idea de que nada ocurrirá, el peligro lo generamos nosotros y debemos ser nosotros quienes digamos ¡¡¡ basta !!!

Mónica Molina Ravanal

Presidenta Fundación Alto Río

Categorías: Noticias

Los comentarios están cerrados.