“Aprender de lo vivido para mejorar nuestra resiliencia”


Susana Farías Villanueva – Psicóloga
Yobany Quintero Parra – Geógrafo,
Colaboradores Fundación Alto Río.

Fuente Radio Universidad de Chile con tx

Chile es un país sísmico, y es normal sentir algunos cuantos
movimientos telúricos cada año, es costumbre y característico
del territorio que habitamos, esta exposición es una condición
que ya forma parte de la idiosincrasia chilena

 

 

Vivir con el riesgo latente, en este país significa también vivir con la necesidad de tomar acertadas decisiones cuando la tierra se está moviendo, saber qué hacer y cómo hacerlo a fin de prevenir mayores daños durante o después de un evento. No cabe duda, seguiremos siendo un país expuesto a catástrofes y estados de emergencia producto de sismos o terremotos, maremotos y otros peligros como incendios forestales, volcanes e inundaciones, tanto producto de las manifestaciones de la naturaleza, cómo aquellos que son producto de la intervención de personas.

Frente a esta realidad, nos queda resonando una pregunta, ¿qué pasa con nosotros? Cómo se refleja esta condición o exposición al riesgo en las personas que habitan este extenso país, debemos entender que Chile es un país vulnerable a diversas amenazas, con la característica de ser parte de la propia dinámica de nuestro planeta, y frente a los cuales no tenemos mucha injerencia, más que la prevención y preparación.

Mantener la memoria activa en los sucesos catastróficos que hemos afrontado cómo habitantes de este país, refiere mantenerse atentos y alertas, no se trata de traer momentos tristes al presente, sino que, a aprender de lo que ocurrió, de aquello que se hizo y de lo que no se hizo, de reaprender en preparación, de cómo cada quién reaccionó después que la tierra dejó de moverse, cuando las aguas retrocedieron o de cuando el fuego se extinguió y en general, de cómo en todos estos casos el país y su ciudadanía se recuperó.

Reiteramos, una forma de prevenir es no olvidar experiencias pasadas, los eventos a los cuales nos vemos expuestos, nos entregan la valiosa oportunidad de sumar experiencias, de poner en práctica los planes, de evaluar nuestra preparación, nos entregan datos para poder reformular y crecer después de cada emergencia superada.

Seguimos adelante, creciendo tras cada catástrofe porque entre daños y lágrimas siempre aprendemos cómo debemos continuar, cómo debemos prepararnos, cómo debemos reaccionar, cómo deben construirse nuestras viviendas, puentes, carreteras u hospitales y cómo debemos responder durante y posterior a una catástrofe.

Esta capacidad de aprendizaje luego de una catástrofe, esta capacidad de volver a ponernos de pie, y además fortalecer nuestras acciones como comunidad, se conoce como capacidad resiliente o resiliencia, una característica presente en nuestra cultura, y en la cual tenemos que seguir trabajando y apoyándonos para superar las diversas situaciones que el futuro nos traiga por delante.

En la última década han ocurrido en nuestro país más de 30 desastres de gran magnitud, los que han dejado a más de 4 millones de damnificados y más de 800 víctimas fatales, esto, sin considerar el impacto psicosocial que acompaña las devastadoras consecuencias de estos eventos naturales extremos en la vida de las personas (G20 & OECD, 2012).

Si bien el país que habitamos es un referente, reconocido mundialmente por su capacidad de recuperarse rápidamente después de la ocurrencia de un desastre, es necesario transitar hacia la conformación de una ciudadanía preparada, la experiencia vivida, debe generar aprendizaje, debemos comprometernos como sociedad a establecer trabajo comunitario de prevención y preparación, sentarnos a conversar y generar capacidades, en base a esta resiliencia adquirida durante años.  Esta perspectiva hace hincapié en las aptitudes de cada comunidad de no solo recuperarse frente a una emergencia, y de reconstruir posteriormente lo dañado, si no a la capacidad de fortalecernos en amplio sentido, luego de la crisis.

Queda entonces hecha la invitación, a congregarnos en torno a la reflexión y la acción frente a los desastres y calamidades, a prepararnos desde nuestros núcleos más cercanos y articularnos hacia el resto de las personas que nos rodean, a conversar y planificar, a prepararnos y a sacar partido a las experiencias que hemos vivido y que nos han forjado como una sociedad resiliente.

Fundación Alto Río, centra sus esfuerzos con esta visión, alcanzar la autogestión ciudadana en temas vinculados a la preparación, prevención y mitigación del impacto provocado por los desastres en la comunidad, promoviendo en ésta la conciencia de autocuidado, la resiliencia, la convivencia responsable con el entorno y la valoración de la memoria como elemento de resignificación, reconstrucción y renovación emocional y social.

Les invitamos a ser parte de esta visión, a preocuparse y ocuparse, a generar resiliencia.

 

Fuentes:

G20 & OECD, 2012 https://www.oecd.org/gov/risk/G20disasterriskmanagement.pdf

Fundación Alto Río 2021  https://www.fundacionaltorio.cl

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